Francisco de Quevedo, Romance Burlesco por Arregosto

Francisco de Quevedo

(Madrid, 1580 – Villanueva de los Infantes, España, 1645) Escritor español. Los padres de Francisco de Quevedo desempeñaban altos cargos en la corte, por lo que desde su infancia estuvo en contacto con el ambiente político y cortesano. Estudió en el colegio imperial de los jesuitas, y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá de Henares y de Valladolid, ciudad ésta donde adquirió su fama de gran poeta y se hizo famosa su rivalidad con Góngora.

Siguiendo a la corte, en 1606 se instaló en Madrid, donde continuó los estudios de teología e inició su relación con el duque de Osuna, a quien Francisco de Quevedo dedicó sus traducciones de Anacreonte, autor hasta entonces nunca vertido al español.

En 1613 Quevedo acompañó al duque a Sicilia como secretario de Estado, y participó como agente secreto en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas. De regreso en España, en 1616 recibió el hábito de caballero de la Orden de Santiago. Acusado, parece que falsamente, de haber participado en la conjuración de Venecia, sufrió una circunstancial caída en desgracia, a la par, y como consecuencia, de la caída del duque de Osuna (1620); detenido fue condenado a la pena de destierro en su posesión de Torre de Juan Abad (Ciudad Real).



Romance burlesco

Ya sueltan, Juanilla, presos

las cárceles y las nalgas:

Ya están compuestos de puntos

el canto llano y las calzas.

Alguaciles y alfileres

prenden todo cuanto agarran:

Levántanse solamente

los testimonios y faldas.

Los necios y las cortinas

Se corren en nuestra España:

El doblón y los traidores

son los que tienen dos caras.

Los jubones y las cruces,

y las guerras tienen mangas:

Y tan sólo tiene cielos

los ángeles y las camas.

Tienen cámaras ahora

los señores y posadas;

y tienen nueces sin cuento

los nogales y gargantas.

Los melones y estriñidos

suelen siempre andar con calas:

El limbo y ojos, con niñas,

el hombre y cabrón, con barbas.

Los árboles y justicia

son los que tienen la varas:

Los ricos y los que mueren

son los que en el mundo mandan.

Desdichas y maldiciones

solamente ahora alcanzan:

Y ya los que quieren sólo,

y no los que deben, pagan.

El pan y los pies sustentan,

higos y tiempos se pasan,

corren monedas y ríos,

músicos y potros cantan.

El codo y la lezna son

agudos, que es cosa brava;

y las llaves y los reyes

tienen de continuo guardas.

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