El 12 del entonces recién estrenado enero, nos acompañaron Javier Moreda y Rosalía Serrano reconocidos arqueólogos de Valladolid, para hablarnos de la excavación que llevaron a cabo y dio origen a este libro, así como de la historia de Valladolid, en general, y de la comunidad judía que albergó, en particular.
Allí, en una hogareña estampa, Rosalía y Javier nos contaron muchas cosas. Nos contaron que esta excavación se realizó a raíz de las obras de remodelación que tuvieron lugar en 2002 en el espacio situado entre el Campo Grande y la Acera de Recoletos, en las que se descubrió parte de un antiguo cementerio judío desconocido hasta la fecha. Rosalía y Javier han excavado parte de esta necrópolis, poniendo al descubierto, además de huesos, adornos y amuletos, una valiosa información sobre la importancia de la población hebrea en Valladolid.
Nos contaron que el libro consta de varias partes. En la primera, habla sobre el lugar y las circunstancias de la excavación. La segunda desarrolla el aspecto histórico y cultural, sobre el cual pudimos escuchar una amena e improvisada clase de historia: las primeras referencias sobre los judíos en Valladolid datan de la mitad del siglo XII. Aunque no se conoce con exactitud el número de judíos que pudieron asentarse la villa, se sabe que la aglomeración urbana preferida por esta minoría se encontraba dentro del casco urbano antiguo, entre la plaza de San Miguel y la actual iglesia de San Benito, lugar donde se emplazó el alcázar real. El máximo esplendor de esta comunidad tuvo lugar en el siglo XIII. Durante esta época de bonanza castellana, dispusieron del favor de la monarquía y la tolerancia de la sociedad cristiana; no en balde fue un grupo económicamente importante y aportaba jugosos diezmos a las arcas reales. Pero su situación cambió a mediados del siglo XIV, momento de turbulencias en los reinos cristianos y de azote de la peste negra, lo que favoreció que, a pesar de la dependencia económica de la corona hacia la comunidad judía, el monarca comenzara a desarrollar una política restrictiva hacia los hebreos, y la sociedad a descargar toda su furia y odio hacia ellos. A partir de entonces, la convivencia multicultural pasa por altibajos, pero más cercana al apartheid, hasta que en 1492 se dicta el Edicto de Expulsión definitivo, siendo los judíos obligados a optar entre el exilio o la conversión. El cementerio en cuestión fue vendido por los Reyes Católicos al Concejo por 25000 maravedís.
Así como en otros aspectos de la vida espiritual, el pueblo hebreo mostró cierta intransigencia, parece que en lo relativo al mundo funerario fue mucho más posibilista. El cementerio solía estar en un lugar cercano al barrio donde moraban, con la intención de evitar interferencias de la mayoría cristiana. Aunque la tradición rabínica recomienda que el cuerpo permanezca en contacto con la tierra para así facilitar su descomposición, la realidad es que en casi todos los cementerios, incluido el que nos ocupa, se encuentran muestras de ataúdes en un gran número de inhumaciones, posiblemente por influencia cristiana. Lo habitual era que la familia retirara y conservara los ajuares, pero en ocasiones se documentan algunos adornos y joyas en las tumbas.
La tercera parte del libro desentraña los detalles técnicos de las excavaciones, tumba por tumba, hasta el número de 77. Todo el libro está plagado de fotos, esquemas, grabados y láminas, sobre la antigua Valladolid, motivos judíos, las tumbas y su contenido… Aunque no seas aficionado a la arqueología, resulta un libro interesante y atractivo en lo que respecta a la historia de la ciudad por la que caminamos sin ver todos los días.
La verdad es que ellos lo contaron mucho mejor que esta crónica… La charla también estuvo plagada de un montón de curiosidades, que le confieren a nuestra cotidiana ciudad un aire novelesco y exótico de un tiempo que, aunque ya pasó, sigue petrificado en edificios y restos arqueológicos. Otra batalla es reclamar los recursos para estudiarlos y la importancia cultural que tienen, para que todos podamos disfrutar de ellos y extraer su sabiduría. ¡Gracias, Javier y Rosalía por vuestra visita y mucha suerte con el libro!